Así es el Monasterio de Samos, Historia y Arte, expresiones externas de una vivencia espiritual que ha latido dentro de los muros de esta abadía a lo largo de quince siglos.
Los acontecimientos de su comunidad llevados a cabo por sus superiores o por un reducido número de monjes, no pueden reflejar la labor diaria y la ascesis callada del monje anónimo: la mayoría de los conventuales.
Oración y Trabajo es su lema, que a través de los siglos tuvo su proyección espiritual y social. Siete obispos salieron de sus claustros y varios monjes destacaron por su saber, en especial el P. Maestro Benito Jerónimo Feijoo.
Lo más importante es que una Comunidad de monjes sigue celebrando los Divinos Oficios, siguiendo la Regla del patriarca San Benito, bajo la protección de los Mártires en este estrecho valle de Samos, siendo por gracia de Dios el monasterio habitado más antiguo de España.
La vocación monástica ha servido y continúa sirviendo para encauzar el anhelo humano de hallar a Dios, de comunicarse con él en la soledad, y para preocuparse por el destino eterno de toda la humanidad. Un monasterio es un testimonio mudo y elocuente de la trascendencia del ser humano.
Capilla del Salvador o del Ciprés
No podemos terminar esta somero recorrido sobre el arte y la historia samonense sin hacer mención de la Capilla del Ciprés. A unos cien metros del monasterio se halla este humilde y sencillo templo. Es obra de finales del siglo IX o principios del X, de estilo mozárabe.
Llama la atención del visitante por su pequeñez y su rusticidad, construído con lajas de pizarra. Consta de dos cuerpos de planta ligeramente trapezoidal: nave y cabecera. En él cabe destacar la situación de su puerta en el muro lateral sur, el arco triunfal elíptico con tendencia a la herradura, enmarcado con la pintura de un alfiz; y el ajimez del testero de la cabecera. El retablo barroco con la imagen del Salvador preside ahora el oratorio de la comunidad.